miércoles, 1 de diciembre de 2010

El señor de los anillos


Rodrigo Otazú, el argentino que se convirtió en sinónimo de joyería avant garde y conquistó Europa y Nueva York.

Rodrigo Otazú es un autodidacta. Un hombre que se hizo a sí mismo y que supo estar en el momento justo y el lugar indicado. Un hombre que un día se animó a emprender un viaje desde su San Luis natal con destino incierto. Apenas había terminado el colegio y acababa de abandonar su etapa punk, llevaba poca plata en el bolsillo y su único plan era mantenerse gracias a la venta de sus artesanías (los aros hechos con chapitas de Coca-Cola eran lo más novedoso de su oferta). La ruta lo llevó a España, Holanda, Australia… Stop. En Sidney encontró un local en el que vendían perlas de todo tipo, compró en cantidad y confeccionó un collar. Ese mismo collar llevó su nombre y su arte a la portada de Vogue Australia. “Esa fue la primera vez que sentí que estaba haciendo las cosas bien. Hasta ese momento era el raro, el distinto”, recuerda Otazú con gracia. “Después aprendí que ser distinto como diseñador y como artista permite mostrar a la gente otro tipo de luz, otro tipo de brillo”. Sí, brillo, justamente. El puntapié ya estaba dado pero el viaje siguió su curso. Poco a poco, las joyas se volvieron su vida. Eso sí, ya no eran de chapa.
¿Su sello personal? Sólo lo descubren los que saben del tema. Cada una de las piezas refleja su energía y personalidad. “Mis diseños combinan lo clásico y romántico con el punk-rock. Apuntan a una Grace Kelly, una Rita Hayworth, esas mujeres del viejo Hollywood. Sin dudas, busco salir de lo convencional y exaltar la seducción y sexualidad de la mujer”.
Hoy, más de veinte años después, jura seguir siendo ese mismo chico lleno de sueños. Pero la verdad es que, además, pudo concretarlos. A pesar de no haberse formado nunca en diseño, Rodrigo Otazú se convirtió en una marca de joyas y otros accesorios con presencia en 40 países, en un artista capaz de crear ocho colecciones al año, en un fotógrafo, en un diseñador que trabaja en colaboración con otros grandes como Karl Lagerfeld, Tom Ford, Viktor & Rolf y Lanvin (su preferido), por mencionar algunos. Aquel puntano se convirtió en un neoyorquino, el delirante que deja a todos con la boca abierta con sus diseños para Lady Gaga y por el que mueren las protagonistas de Sex & the City (una intimidad: el collar que usó Carrie Bradshaw en la película ahora pertenece a la madre del diseñador, gran musa de su carrera). Rodrigo Otazú es un apasionado, un convencido de que la belleza primera es la interior y que “una joya no es más que la luz que brilla dentro de uno”. En definitiva, es un ejemplo de que sí se puede

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