miércoles, 30 de marzo de 2011

El poder del agua termal


Es uno de los productos estrella cuando llegan los días más cálidos, en forma de spray para refrescar la piel. Además, gracias a sus propiedades calmantes, desensibilizantes y cicatrizantes ofrece otras posibilidades cosméticas y es el nuevo elegido de las fórmulas hidratantes.
Conocidas en todo el mundo por sus propiedades medicinales, las aguas termales dieron el salto desde los balnearios a la cosmética. Fue el marqués Pons Rosset de Rocozels, señor del manantial de Sainte Odile en Avène, Francia, quien descubrió a mediados del siglo XVIII sus cualidades terapéuticas. Cuenta la historia que uno de sus caballos padecía una enfermedad cutánea y se curó luego de bañarse y beber con frecuencia agua en el manantial. De allí en más, poco bastó para que las aguas de Sainte-Odile fueran consideradas milagrosas por los pobladores para la cura de la piel. Ya en el siglo XIX, en un estudio que data de 1826, Jean Louis Alibert, médico personal del rey Luis XVIII y considerado el fundador de la dermatología francesa, recomendó las aguas "por excelencia, para curar la piel". Y, en 1874, la Academia Nacional de Medicina de Francia las declaró de interés público y de efectivo tratamiento para las dermatosis rebeldes.
La importancia del agua para el organismo es vital. De hecho, aproximadamente, un 70% del cuerpo humano está compuesto por agua. Los hombres, en general, contienen más agua que las mujeres y una persona delgada más que una persona obesa. “Además de contribuir al peso y sustancia del cuerpo, el agua desempeña un papel muy importante en los procesos fisiológicos. Todas las reacciones químicas del cuerpo se llevan a cabo en el agua, el vehículo principal del oxígeno, los nutrientes y desechos”, explica la doctora Graciela Cuomo, médica dermatóloga del Servicio de Dermatología del Hospital Italiano y asesora de RoC. En la piel, la proporción de agua es mayor en las capas más profundas. En la capa córnea, en contacto con el medio ambiente, el porcentaje de agua es más bajo, de alrededor de un 30 por ciento. Si ese porcentaje disminuye a la mitad, la capa se rompe porque pierde su flexibilidad. La piel se comporta como una membrana semipermeable que por diferencias de concentración, por osmosis o transporte, permite el pasaje de distintos elementos o sustancias al medio interno. De ahí la importancia de tomar agua e hidratar la piel desde adentro y desde afuera.
Pero ¿qué hace especiales a las aguas termales en el cuidado de la piel? En primer lugar, contienen una serie de minerales como manganeso, cobre, magnesio, zinc, selenio, calcio, hierro y cobre. Y, si bien se conocen las propiedades de estos minerales –entre otras, son hidratantes, antisépticas, antibacterianas, cicatrizantes y anti-inflamatorias - aún no se ha descubierto el mecanismo por el cual actúan para mejorar los problemas dermatológicos. Otra característica importante es que las aguas termales se encuentran ionizadas. Existen dos tipos de iones, los positivos y los negativos. A diferencia de los iones positivos, que no tienen beneficios para el cuerpo humano y son irritantes, los iones negativos tienen la capacidad de relajar el cuerpo. Y las aguas termales se encuentran cargadas con iones negativos.
“La composición rica y balanceada de minerales y oligoelementos, confieren al agua termal beneficios probados científicamente: protege las células de la piel de los radicales libres, es antioxidante, antiinflamatoria, antiirritante, antipruriginosa, descongestiva, calmante y suavizante y cicatrizante”, indica María Laura Corinaldesi, Responsable de Formación y Comunicación Científica de La Roche-Posay. De allí la multiplicidad de sus aplicaciones: puede usarse para aliviar la piel después de la depilación o de la exposición al sol, para calmar la irritación del afeitado o para fijar y remover el maquillaje. Pero, además, funciona como tratamiento esencial de pieles intolerantes o irritadas por un factor exógeno y es eficaz en la reducción de los aspectos inflamatorios y pruriginosos de las cicatrices y de las dermatosis inflamatorias como la atopía, la psoriasis, el acné, la rosácea.

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